El brillo detrás del sufrimiento y dolor.

A veces debemos ver la vida desde otros ojos, para admirar su belleza y encanto.

Últimamente he pensado que de la gente que más se aprende, es de aquella que más sufre, pues en su mayoría son personas que a través de su historia, nos muestran grandes virtudes del ser humano.

Puede sonar un tanto crudo saber que a partir del sufrimiento del otro, uno puede obtener una enseñanza. Y esto podría verse como una injusticia, pues pareciera que uno pierde y el otro gana. Sin embargo, creo que en la vida a veces estamos arriba y a veces estemos abajo, pues ni el sufrimiento ni el gozo son permanentes.

Las personas que viven momentos complicados, dolorosos y llenos de sufrimiento, realmente son grandes maestros para los demás, y aunque ellos se encuentran inmersos en su realidad, muchas veces no logran ver las lecciones de vida que están regalando al de enfrente. Pues el que sufre tiene el don de transforma aquel dolor en aprendizaje y enseñanza para sí mismo, y para los demás. Lo puedo comparar con un diamante opaco, el cual es pulido a base de mucho esfuerzo, y al final el resultado es puro brillo, un brillo tan grande, que refleja y nos da luz a todos. Para mí eso es magia y sobre todo sabiduría pura.

Muchas veces no estamos dispuestos a acercarnos a personas que tienen un diamante en bruto, su opacidad nos asusta y decidimos alejarnos, pues a veces nos cuesta mucho trabajo dimensionar el valor que aquella persona nos puede brindar, a partir de su experiencia y su proceso. La incomodidad y el dolor nos inquieta, y es así como decidimos alejarnos, cuando pudimos haber enriquecido nuestra vida enfrentando aquella oscuridad acompañando al que sufre.

Como sociedad en general, no nos gusta ensuciarnos las manos ni meternos en temas en donde hay tintas de sufrimiento, dolor, etc., y preferimos guardarlas en un cajón, verlas pasar a lo lejos, o hacer como si no existieran. Sin embargo, debemos ver estas situaciones como oportunidades para conectar y re-conectar unos con los otros, descubriendo de paso, que no estamos solos en nuestros sufrimientos, que no somos los únicos pasando por eso y sobre todo que hay muchos ejemplos de esperanza allá afuera.

El compartir nuestras dolorosas experiencias como puede ser, perder a un bebé, enfrentar una enfermedad fuerte, un divorcio, la perdida de algún ser querido, abuso y/o violencia doméstica, despido, etc; por más grandes o pequeñas que sean, nuestras historias pueden convertirse en un regalo para la sociedad en general y para nosotros mismos, pues puede ser el inicio de nuestra propia sanación y/o aceptación, y también puede hacernos ver que todos somos seres humanos, llenos de miedos, ilusiones, heridas, carencias, inseguridades, pero también que estamos repletos de virtudes, fortaleza, amor, esperanza, solidaridad y sobre todo unión. Por esta razón, siempre es importante hablar de aquello que nadie quiere hablar, aquello que duele e incomoda.

Mi conclusión para este texto es el siguiente.

Debemos saber y recordar que siempre hay luz después de la obscuridad y viceversa , y que la vida es así, no puede existir el bien sin el mal, el dolor sin el consuelo, el goze sin el sufrimiento, etc. Uno no existe sin el otro, así funciona la vida y debemos aceptarlo, procesarlo, abrazarlo y sobre todo hablarlo. Tratemos de no vivir nuestros dolores en silencio, pues no estamos solos.

Debemos ser conscientes que no sólo nosotros sufrimos, el de a lado sufre de igual manera, a él también hay cosas que le duelen, es por eso que siempre debemos ser empáticos y brindar soporte al otro, pues no siempre sabremos por lo que esta pasando.

Gracias a todos aquellos maestros, que me han demostrado que pese al sufrimiento y al dolor, hay goze de la vida, siempre y cuando así tú lo decidas ver.

Laura